En verdad que era feliz con ella, si que lo era, pero el destino no quiso que fuera eterno, la verdad me cuestiono constantemente lo poético que puede ser muchas veces la muerte, su significado en mi vida y en lo que ella representaba para mí, su ausencia actual solo me hace recordar los momentos tan felices que vivimos, ella siendo parte de mi vida y la felicidad que irradiaba era muy contagiosa.
Me gusta recordarla, en sus momentos más felices, en
esos días de campo que tanto disfrutábamos juntos, pensar en el primer día que
la miré, un día como cualquier otro, era verano, los veranos por lo general
suelen ser muy felices y ese no lo dejo de ser. Su sonrisa, sus ojos, su
cabello, ella en sí, tan sencilla y atrapante, cuando ella estaba, no había
tiempo ni lugar para nadie más.
Cuando estábamos juntos su
risa era especial, se llevaba la tristeza, no había espacio para la melancolía,
porque con ella todo tenía más color, incluso Francis nuestro perro era más
alegre, esta claro que ahora los dos somos más viejos, y que Francis ya no
tiene la misma energía, el tiempo paso, como muchas cosas han pasado, parece
que la tristeza no solo llego a mi vida.
Parece que también llego a una
generación que no entendió que la tecnología solo era un medio y no lo es todo,
tan conectados con el mundo y sus redes, pero muy poco con la realidad y la
vida. Tantos medios para hablar, pero tan distantes unos de otros, a veces solo
pienso en que también debí haber partido con ella, pues el vacío que queda es
tan grande.
Ahora solo somos Francis y yo, en un mundo que va muy
rápido para mí, un mundo que vive a cien kilómetros por hora, pero no se
detiene a conocer y entender como sentamos las bases para este nuevo futuro,
parece que solo somos buenos cuando podemos servirles y cuando nuestro tiempo
pasa, nos desechan, espero encontrarme con mi amada en aquel lugar donde el
tiempo no pasa. Solo para estar juntos.
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