Aunque la modernidad nos ha dejado los más grandes legados que podemos imaginar, como la maquinas de vapor, el sistema de refrigeración, los termómetros (y vaya que son necesarios en esta era), y muchos inventos más que cambiaron la forma en la que vemos el mundo, lo que nunca ha cambiado es el estatus quo entre ricos y pobres. Pareciera que uno de los grandes retos de la modernidad ha sido vencer la brecha que divide a estos dos grandes segmentos poblacionales.
A la modernidad se le quedo atrás esa gran meta de superación
que se planteó desde sus orígenes con las grandes revoluciones, que nacieron de
esta misma. Al abandonar los reinados y entrar en la edad de la luz y la
intelectualidad, pareciera ser que los grandes perdedores son aquellos que
tienen poco poder adquisitivo. Las revoluciones y los cambios parecen solo
llegar a esas elites que son capaces de comprarlas con su dinero y su feroz
ambición.
En nuestros tiempos parece ser que la humanidad no ha sido
capaz de avanzar de la modernidad, pareciera ser que siempre seguimos bajo el
viejo sistema feudal, solo que, con nuevos autores, ya no son reyes y nobleza,
hoy son consorcios y empresarios. Son estos los que nos gobiernan y dictan los
hilos de destinos de los que nacemos sin ese pasaporte tan relevante llamado
dinero.
La globalización trajo consigo avances significativos para el
hombre, el libre comercio fue una realidad, pero la esclavitud se sustituyo en
lugar de un arado y tierras, por ordenadores y móviles, que nos mantienen
conectados las veinticuatro horas del día, a la globalización al igual que a la
modernidad se le olvido brindarles libertades a los pueblos, libertades que se pintan
en formas de tratados de libre comercio, que lo que menos dan son libertad, y
lo que en realidad hacen es someter a naciones a deudas que en su vida serán
capaces de pagar.
El consuelo que nos queda no es otro que el de soñar, una
tierra que jamás podrá ser comprada, sometida o aniquilada, en ella no existen
fronteras, en ella surgen los verdaderos ideales, en esta tierra de nadie y de
todos, es donde los hombres pueden encontrar un consuelo, soñando con que algún
día la modernidad llegue a ellos, y se nos deje de ver como extraños en una
tierra que nos pertenece a todos y no a grupos en específico.
Vassily Kandinsky "En el blanco II" (1923) |
Comentarios
Publicar un comentario